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En el programa de esta semana fijamos la mirada y las orejas en Woody Guthrie, uno de los grandes referentes de la música contestataria del siglo XX y uno de los grandes referentes, también, de La música es la clave, pues Guthrie no es otro que ese músico con traje a rayas, como de presidiario, que aparece en las fotografías que utiliza este programa como avatar en las redes sociales y en el blog. Woody Guthrie, el trovador que recorrió el sur y el norte del norte, el este y el oeste de los Estados Unidos a través de caminos polvorientos y viejas canciones y puso voz y música a los sin voz de la zonas olvidadas de los USA, a los inmigrantes, a los pobres, a los explotados, a la llamada white trash, la “basura blanca”, que vivía la periferia del sueño americano.

Woody Guthrie, ese músico que cantaba a los desheredados, a esa otra América deprimida que tan bien reflejaron los escritores de la llamada “generación perdida”. Ese músico que dejó como gran legado el “esta tierra es tu tierra”. Ese músico que llevaba grabado en su guitarra: “esta máquina mata fascistas”.

Woody Guthrie

Woody Guthrie

Esta tierra es tu tierra. Este mundo es tu mundo. Este programa mata fascistas.

Están en casa.

Bienvenidas.

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Se llamaba Rodney King, y se murió este domingo pasado. No era un gran tipo, en realidad. Tampoco necesariamente un mal tipo, quiero decir, tuvo una vida difícil y todo eso pero, vamos, nada que ver con Malcom X, con el reverendo King, con Rosa Parks, con Angela Davis, con Mumia… Nada que ver… Y aún así se convirtió en un símbolo, cuando su único logro fue tener la mala suerte de toparse con aquellos chepos racistas. Rodney King no era un gran tipo, es cierto, ya lo sé, tenía antecedentes por robo con violencia, conducción bajo los efectos del alcohol y otras cosas. No era un gran tipo, pero si lo comparas con otros tipos, repito. Con tipos y tipas muy grandes. Rodney King era un hombre que vivió como casi todo el mundo, como pudo, como le permitió este sistema que asfixia a los de abajo, después de todo. No era tan diferente de vos, o de mí. Ya había cumplido su condena ¿no? Y, vale, la cagó aquella noche: no hizo caso de las señales de la policía, se saltó semáforos, tal vez iba tomado… ¿Pero justifica eso la paliza que le pegan? He visto el vídeo, hermano, le revientan a palos, le meten descargas eléctricas, le hacen mierda. Y un chaval lo graba todo. Y aún así en el juicio, al año siguiente, un jurado compuesto únicamente por blancos rechaza todas las acusaciones de abuso de autoridad, uso excesivo de la fuerza o agresión racista de la fiscalía, y de la opinión pública, sobre los policías, todos igualmente blancos, menos un hispano. Y cómo no iba a convertirse en símbolo Rodney King, después de aquello. Después de aquello el sur de la ciudad de Los Ángeles se incendia como pocas veces había visto la sociedad estadounidense. Se incendia con la chispa de la paliza a Rodney King y el fuego se alimenta con el odio de siglos de racismo, de esclavitud y de pobreza; y tanto el odio como el fuego, una vez prenden, no entienden ya nada de reivindicaciones o de política, simplemente queman y devoran, hasta que no queda nada, ni siquiera ellos mismos.

En el programa de esta semana de La música es la clave, tomando como punto de partida el reciente fallecimiento, el pasado domingo 17 de junio, de Rodney King, aquel taxista negro apaleado por la policía de Los Ángeles, Estados Unidos, el 3 de marzo de 1991, revisamos, como siempre con la música como hilo conductor, los importantes disturbios que tuvieron lugar en esta ciudad californiana, especialmente en los barrios pobres, guetos azotados por el desempleo y la pobreza, sobre todo durante la dura crisis económica de los años ’80, y por un racismo y una brutalidad policial seculares; revisamos, pues, aquellos disturbios que estallaron de forma incontrolable, durante algunas semanas al menos, el año siguiente a aquella paliza, como consecuencia de un fallo judicial que dejaba absolutamente impunes a todos los implicados.

Así que, sin más ni menos, arrancamos.

Bienvenid@s a aquel 29 de abril de 1992.

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Esta historia comienza en un autobús, en 1955. Probablemente comience mucho antes, en algún otro lugar. Tal vez en un campo de algodón. O quizás en un barco que cruza el océano. Antes de eso, incluso. Es complicado, en realidad, decir cuándo, o dónde, comienza esta historia. Así que pongamos, por tener un punto de partida, que comienza en un autobús, en 1955.

Es 1 de diciembre, eso sí lo sabemos con certeza, y de todos los pasajeros de este autobús nos fijamos en una señora que viaja sentada. Más de una señora viaja sentada, seguro, pero a nosotros ahora no nos interesan las demás, sino ésta en concreto, que viaja sentada, cansada después de una larga jornada de trabajo, por ejemplo. Tampoco importa demasiado si la señora en cuestión está cansada o no, si viene de trabajar o de algún otro sitio. Esos detalles no cambian nada, después de todo. Lo que sí importa es que estamos en 1955, y que alguien, tal vez otro pasajero, o el conductor, o el revisor, si es que en este autobús de 1955 alguien se encarga de revisar los boletos -no podemos estar seguros de eso pero supongamos que sí, no es un dato importante para lo que nos ocupa, así que, entonces, el revisor-, se acerca a esta señora y le dice que debe ceder su asiento a otra persona. Es 1 de diciembre de 1955 y estamos en Montgomery, Alabama, Estados Unidos. La señora se llama Rosa Parks, y es negra, y le dicen que debe ceder su asiento a otra persona porque en Montgomery, Alabama, en 1955, entre otras cosas, los negros ceden el asiento del autobús a los blancos.

Tal vez Rosa Parks está cansada después de una larga jornada de trabajo, tal vez está cansada de vivir en una sociedad donde una señora negra, por el simple hecho de ser negra, debe ceder su asiento de autobús a cualquier persona blanca, por el simple hecho de ser blanca. O tal vez no está cansada, Rosa Parks. Al menos no más cansada que otros días. Tal vez hasta está más alegre de lo normal, antes de que el revisor le diga que tiene que viajar parada para que un blanco o una blanca viaje sentado. Quiero decir, nos da igual, para contar esta historia, el por qué Rosa Parks hace lo que va a hacer. Puede, incluso, que cualquier otro día las cosas hubieran sido diferentes, que Rosa Parks se hubiera levantado del asiento sin rechistar, o apenas protestando un poco, pero levantándose finalmente, triste, resignada, ofendida. Pero eso nunca lo podremos saber. Ni nos importa.

Lo que sí nos importa es que estamos en Montgomery, Alabama, Estados Unidos, en diciembre de 1955, y que una persona se acerca a Rosa Parks y le dice que debe ceder su asiento del autobús a un pasajero blanco. Lo que sí nos importa es que Rosa Parks, por el motivo que sea, ante el asombro del resto de pasajeros, blancos y negros, dice no. Rosa Parks dice no, esa es la clave de todo este asunto, y ese no es una chispa que se convertirá en llama, en fuego, en incendio, en largo y cálido verano. Una chispa que se extiende desde Montgomery, Alabama, a cada rincón de unos Estados Unidos donde la segregación racial es violencia cotidiana, aceptada, políticamente correcta. Una chispa que algunos intentarán apagar con odio y con muerte, en ocasiones casi hasta hacerla desaparecer, pero una chispa, al fin y al cabo. Y, a veces, una chispa es más que suficiente para acabar con la oscuridad.

Y nunca, nunca antes en la historia de la humanidad, la revolución sonó tan dulce como entonces…

Después de unas semanas de intensa actividad y muchísima música en vivo, con la presencia de algunas de las bandas más interesantes y más en forma de la capital, los perpetradores de este proyecto de agitación mental y desobediencia musical -esto es, Adrián Bernal, la voz que les habla, voz negra, de corazón, y orgullosa, y Andrés Papousek, padrino del soul y de las mesas de mezclas- vuelven a la soledad del monográfico para echar una mirada a la música del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, a la banda sonora de las luchas y los sueños de libertad de la población afroamericana de los USA durante gran parte del siglo XX.

¡Bienvenidxs!